Las llaves del preámbulo
Tu cuerpo recostado de lado, desnudo.
Mis ojos te miran, te admiran... Memorizo tus curvas, tus aristas; tus pliegues, tus picos; tus sombras, tus luces...
Recostada, el cuerpo se iza y se desliza entre las sábanas y se me muestra deseable y deseado.
Me acerco a ti.
Siento tu perfume, presiento tu calor.
Mi rostro a un palmo de tu piel, impregnándome de tu aroma, llenándome de deseo.
Mi boca saliva y me presientes.
Aun dormida, tu piel se eriza, la mía se tensa.
Y quisiera dibujar tu geografía con la yema de mis dedos.
Y voy trazando esa línea por tu piel.
Mi dedo circula por tu cuello, tan cálido; y gira hacia el hombro caído que se relaja con el roce. Recorro el camino que me lleva hacia tus dedos y me mezclo con ellos. Tus dedos se separan...
Y recorro, ascendente, el camino inverso por la parte interna, donde la piel blanca es todavía más sensible.
Y me deleito contemplando tu piel. Tu vello se yergue y me saluda como un manto de posedonias.
Mi dedo circula por el valle de tu pechos. El batir del corazón es el leve terremoto corporal.
Me paro. Te miro y tus pezones erectos me retan desafiantes.
Asciendo la blanca carne, cálida y circunvalo el dulce caramelo.
Tu respiración se acelera cuando mis labios lo rodean... Los empapo de saliva.
Ahora el dedo corre acelerado por tu vientre y se interna en la selva de tu pubis. Te revuelves, retozas..., y abres las piernas. Tu respiración galopa y oigo el rumor de tus aguas. Busco el camino trazado y me adentro diligente, orientado por el calor de tu cuerpo. Y cuando el claro se me muestra y el rumor es clamor de deseo, mi dedo se interna y te penetra...
Mis dedos, las llaves del preámbulo...
Mis ojos te miran, te admiran... Memorizo tus curvas, tus aristas; tus pliegues, tus picos; tus sombras, tus luces...
Recostada, el cuerpo se iza y se desliza entre las sábanas y se me muestra deseable y deseado.
Me acerco a ti.
Siento tu perfume, presiento tu calor.
Mi rostro a un palmo de tu piel, impregnándome de tu aroma, llenándome de deseo.
Mi boca saliva y me presientes.
Aun dormida, tu piel se eriza, la mía se tensa.
Y quisiera dibujar tu geografía con la yema de mis dedos.
Y voy trazando esa línea por tu piel.
Mi dedo circula por tu cuello, tan cálido; y gira hacia el hombro caído que se relaja con el roce. Recorro el camino que me lleva hacia tus dedos y me mezclo con ellos. Tus dedos se separan...
Y recorro, ascendente, el camino inverso por la parte interna, donde la piel blanca es todavía más sensible.
Y me deleito contemplando tu piel. Tu vello se yergue y me saluda como un manto de posedonias.
Mi dedo circula por el valle de tu pechos. El batir del corazón es el leve terremoto corporal.
Me paro. Te miro y tus pezones erectos me retan desafiantes.
Asciendo la blanca carne, cálida y circunvalo el dulce caramelo.
Tu respiración se acelera cuando mis labios lo rodean... Los empapo de saliva.
Ahora el dedo corre acelerado por tu vientre y se interna en la selva de tu pubis. Te revuelves, retozas..., y abres las piernas. Tu respiración galopa y oigo el rumor de tus aguas. Busco el camino trazado y me adentro diligente, orientado por el calor de tu cuerpo. Y cuando el claro se me muestra y el rumor es clamor de deseo, mi dedo se interna y te penetra...
Mis dedos, las llaves del preámbulo...