sábado, abril 01, 2006

El elegido.

Noche calma.
Trasiego de silencios y corcheas.
Letanía indescifrable y no escuchada, lamento ahogado entre los dedos.
Te llamo pero…hoy tampoco estás para mí. He de esperar, es la espera, mi espera…la tuya.

Me acomodo en el pentagrama y las fusas rasgan mi piel buscando mi sangre latente.

Hoy quiero tocarte con los ojos y mirarte con las manos.

Te imagino preparándote para mí, para recibir mis pulsiones y pasiones.
Perfilas la raya de tus ojos con pulso de cirujano. Estarás radiante para mí, desafiante.
Acomodas tus senos vigorosos en las cazuelas de seda y satén, y proteges tu secreto con el isósceles negro que lo limita marcando el territorio ignoto.
Embutes tus marmóreas piernas en fundas de cristal velado; rotundas, firmes.
Te acercas al espejo de tus mañanas y te devuelve la imagen que deseas, la que tienes, la que eres. Le sonríes ante el triunfo que se avecina; y contemplas tu poder.
La cadera cimbrea caminando hacia mí, pero aún no llegas. Me imaginas babeando ante tu presencia, solícito a tus caprichos y deseos.
Estás magnífica cubierta sólo por telas que cualquiera mataría por desgarrar; jirones que nadie puede poseer pues de nadie eres.
Sólo tuya.
Sólo tú puedes gozarte, sólo tus dedos son dignos de mancillar tu cuerpo sin mácula.
Pero yo espero que consientas mi presencia…

Y espero paciente…

El fagote se enlaza a la tuba, violas y trompetas que rasgan el silencio y me traspasan. Mi sangre es una orquesta de pasión desmesurada donde los músicos ejecutan a la perfección el chorro de la vida.

Y sigo esperando…

Te das el último toque y tus labios henchidos retan a la luna…, que se rinde.
Acomodada en tu trono de delito repasas las caras de los oferentes. Yo, entre ellos, te lanzo mis dardos esperando alcanzar tus retinas; destacar en ese maremágnum de necios suplicantes.
Nos observas triunfal. Te miramos delirantes.

Recostada en tu trono de delito, llevas el índice a tus labios mullidos.

Silencio…, la noche calma, el cuerpo tenso.

Tus muslos rotundos iluminan la sala de una luz cegadora cuando, al abrirlos, percibimos la vulva velada de satén.
Tu cohorte de indignos harapientos bajan sumisos sus cabezas. Pero yo no, yo quiero admirarte, yo quiero ser el elegido, yo quiero reventar la presa de tus mares.

Y tus dardos alcanzan mi vientre…

-Esta noche serás tú quien me goce…

Resuena tu voz con estrépito y caen a mis pies mis camaradas de desgracia. Los piso, los mancillo, pues sólo tú me importas.

Me acerco a ti con paso firme y la mirada al frente; altivo, digno de merecerte. Me libero de mis armas y armadura y, desnudo, me muestro ante ti. Abres las piernas…

El brillo candente de tus muslos me demuestra que el grifo del deseo ha sido abierto y tus labios escupen el jugo lascivo que me alimenta.
Me arrodillo entre ti y me mojas los labios de la sal de tus entrañas. Mi lengua, dura, asciende vertiginosa al compás de timbales acelerados…

Llegaste…y aquí estoy.

1 Comments:

Blogger Simplemente Olimpia. said...

Culpable? condenado?...Apoteosico.

12:35 a. m.  

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