miércoles, abril 12, 2006

Tocando fondo. (Bangkok part III)


Esta noche Nung me va a mostrar cómo se divierten los bangkonitas fuera del circuito turístico; esta noche me llevará a vivir, con sus amigos, una velada nocturna.
En deferencia a mí eligen un restaurante italiano, que siempre es una opción más válida que los fast-food anglocabrones (Dragó dixit) que te encuentras por el mundo.

El Limoncello es un local recoleto, de techos abovedados, y pintado en suave tono azul celeste. Podría estar situado en Florencia, pero está en Bangkok.
Me acomodo entre Nung y Nattika, su novia, que se preocupan por mí en todo momento. Suerte que esta vez no tengo que hacerles traducir el menú y disfruto de mi antipasto y de unos spaghetti alle vongole como hacía tiempo. Cómo se echa de menos la cocina occidental cuando llevas tiempo fuera de casa…

Con el buche lleno y el espíritu dispuesto, enfilamos por la Sukhumvit Road rumbo al Bed Supperclub, local de moda entre la población autóctona de cierto nivel. El Bed, como ellos lo llaman, es un edificio de cristal cilíndrico, completamente blanco, pero dispuesto en horizontal. Si lo viésemos desde el cielo parecería un bote de espuma de afeitar caído en la bañera.

-“Muy cool”, dice Nung satisfecho.
-“Aquí vienen todas las celebrities de la ciudad”, apostilla sonriente Nattika; “desde actrices, a gente de la televisión o deportistas reconocidos”

Y, en efecto, así parece.
La gente que puebla el local no es la que encuentras en Nana Road, no. Aquí el lujo se ve en las ropas, se siente en los perfumes caros y en los maquillajes estudiados.
Gastan los baths con una soltura inusual y disfrutan de los cócteles que, camareros entrenados, sirven detrás de las barras de neón.
Contonean los cuerpos, a ritmo house, sin la delicadeza tradicional que siempre ha imperado en el pueblo thai. Definitivamente, se nota la globalización.
Observo que soy el único occidental en el Bed, sin contar al disc-jockey que me confirma que es australiano en un breve encuentro que tenemos.

La noche sigue corriendo y, en uno de mis viajes a los lavabos, siento unos ojos clavados en mi nuca. Me giro y la veo. Casi metro ochenta de mujer que me devuelve la sonrisa.

-“¿Es a mí?”, me pregunto incrédulo mientras la veo acercarse.
Parece sacada de una cajita de cristal y rezuma elegancia en todos los aspectos; en su manera de mover las manos, en cómo deja caer los párpados, en su modo de cimbrear la cadera…

-“Me llamo, Khunying”, creo entenderle, e iniciamos una trivial conversación dónde me hace saber que acaba de llegar de Londres para pasar el Songkarn, la fiesta de Año Nuevo thailandesa.
-“La fiesta te la daría yo…”, pienso.

Nung y sus amigos han ido desapareciendo entre cócteles y tequila (muy popular entre las clases pudientes de aquí) y me veo sentado, a la izquierda de Khunying, en su Toyota camino del hotel…
Sus facciones angulosas, su cadera marcada, sus pechos rotundos, son más bellos aún en la tenúe luz de mi habitación.
Hace correr su lengua por mis pezones con movimientos estudiados y placenteros que no me impiden tener una rápida erección.
Le devuelvo el saludo con mis lamidas. Sus pequeños pezones responden con el vigor adecuado y empieza a gemir.
Acaricio su vientre y desciendo vertiginoso buscando su vulva…

-“Pero, ¿qué es esto?” le pregunto sorprendido aun sabiendo la respuesta.
-“Creía que lo sabías...”
-“¡Cómo voy a saberlo si eres la Nicole Kidman en versión thailandesa!”
-“You can fuck my ass…”, dice con tono meloso y suplicante.
-“¡Tú sí que me has jodido a mí, bonita!; o bonito…”

Fue entonces cuando entendí la sonrisa cómplice que se cruzaron los vigilantes al llegar con ella (perdón, con él) al hotel.

Y yo que creía que me envidiaban…¡Ja!

1 Comments:

Blogger Simplemente Olimpia. said...

Ja
Ja
Ja
Esta vez, no te daré la satisfacción de leer mi extesísimo comentario a tu relato, no me apetece...
Olimpia.

10:28 a. m.  

Publicar un comentario

<< Home