domingo, abril 09, 2006

El templo del placer


Lo veo aparecer a las cinco y media, tal y como habíamos convenido.
La sonrisa de Nung es sincera y franca y, tal y como me había prometido, esta tarde me ha de llevar a uno de los locales más famosos de la ciudad, especializado en el no menos famoso, masaje thailandés.
La ciudad se vuelve a hallar cubierta de ese cielo plomizo que, como una tapadera, impide limpiar el ambiente de inmundicias y pestilencias.

Recorremos las arterias trombóticas, zigzagueando entre la maraña de motos, autobuses atestados, y ruidosos “tuk tuk” que desafían la gravedad tomando curvas imposibles.
Bangkok apesta pero es una ciudad viva.

-“Ya llegamos, es aquí cerca…” dice, Nung. Y aparece ante nosotros un descomunal edificio de doce plantas, impersonal y sin pretensiones artísticas.

-“¿Dónde me habrá llevado éste?”, pienso a la vez que le miro; pero él sonríe y sus ojos brillan de satisfacción por el trabajo bien hecho.

Traspasamos el umbral de la puerta principal y, lo que afuera es anodino, dentro se torna en lujo extremo, en lujo asiático…

La adorable sonrisa, adornada con el saludo thai, de la recepcionista; y nos adentramos en este palacio del placer llamado Poseidón, como me hace saber Nung con un guiño cómplice.

Ascendemos la escalinata de mármol negro a la primera planta, la llamada Venus showcase.

Es un enorme espacio con multitud de sofás orientados hacia una no menos enorme pecera donde, unas cincuenta mujeres, se ofrecen sentadas en el graderío.
La luz tamizada de azul, de ese gigantesco trono, las hace parecer sirenas.

Miran al vacío unas (no pueden vernos, dice Nung); otras se arreglan el cabello; alguna sonríe la ocurrencia de otra… Sentadas con las piernas cruzadas, oferentes, ofreciendo una mercancía que sólo ellas saben hasta dónde son capaces de llegar.

-“La 167 es muy cariñosa”, susurra el gerente ante mi cara de incredulidad.

-“Tómate el tiempo que necesites para elegir, habrás de pasar dos horas con ella y están entrenadas para satisfacer todas tus demandas”.Las palabras de Nung me paralizan aún más y tardo en decidirme. Lo veo de soslayo observándome…

-“Aquélla. Aquélla del pareo amarillo que está más retirada”
Alea jacta est…

Y aparece ante mí…

Entorna los ojos; eleva sus manos, con las palmas juntas, hasta la altura de sus cejas, inclina la cabeza. La miro y esbozo una sonrisa torpe mientras Nung ultima el pago de mi elección.

Sarah, que así se llama, me toma de la mano y me adentra por un pasillo de paredes doradas. Sus caderas bailan oscilantes y me sorprende observándolas cuando se gira hacia mí al llegar al ascensor.
El ascensorista pulsa el 4 y ella rodea mi cuerpo con su brazo y apoya la cabeza en mi. El espejo me devuelve una imagen de mí que me niego a aceptar, pero no puedo evitar que su fragancia me penetre.

Reverencia del ascensorista y la puerta se abre.

Tres mujeres con atuendo tradicional se inclinan cuando Sarah y yo ganamos el pasillo que conduce a la suite que Nung ha pagado.

Es una habitación enmoquetada, con una enorme cama; bañera para dos a la izquierda y, frente a ella, un sofá dorado con motivos geométricos. Suite egipcia...

Sarah me acomoda en él mientras termina de llenarse la bañera. Espolvorea unas sales y pronto se inunda la estancia de un olor dulzón, entre canela y vainilla.
No pronuncia palabra pero bailo a su son y me dejo llevar.

Me veo de pie, frente a ella, mientras sus dedos desabrochan los botones de mi camisa. Me libera de los zapatos y procede, de igual modo, con los pantalones. Me ofrece una toalla color azafrán para que cubra mis miserias mientras ella se desnuda ante mí.
La cabeza baja y el nudo de su pareo cede. Un tanguita negro, bordado, oculta como un tatuaje, su triángulo de placer.
Se voltea y la veo liberarse del sujetador. Larga cabellera castaña, lisa y suave se desliza por su espalda y me atrae como un imán mágico.
Tobillos de cristal, cintura de vestal, andar pausado…

Con una sonrisa me invita a que la acompañe a la bañera y soy como un muñeco teledirigido por esos ojos misteriosos y esa boca real y magnífica. Su piel, en el agua, se hace brillante, lujuriosa, pero ni me atrevo a tocarla. Aún no.

Me recuesto y sus manos elevan mi cadera para que la repose entre sus piernas cruzadas. Extiende con parsimonia el jabón por mi pecho y cierro mis ojos…
Sus manos menudas discurren por mi piel; las noto deslizarse por mi vello, por mis hombros, por mis pezones que se vuelven duros.
Busca brazos y los limpia con lentitud. Busca mis piernas y mis ingles… Busca mi pene y responde con una dura erección a sus caricias…
La miro y me mira sonriendo…

Y sigue acariciando…
Y entorno, otra vez mis ojos, no queriendo despertar de ese sueño…

Ya en la cama, entre mis piernas, lame mis pezones haciendo vibrar su lengua peligrosa. Mi cuerpo tenso la espera y su boca engulle el miembro exigente que la desea. La veo tragarlo, mamarlo una y otra vez, y ella presiente que mi orgasmo es inminente. Se acuclilla y se lo clava, lanzando un gritito complaciente. Me acelero y cabalga sobre mí con furia, con el ritmo preciso, subiendo y bajando de esta noria de deseo que son nuestros cuerpos…

Limpia con ternura mis fluidos derramados y me deja reposar.

La veo ahora en la bañera con su permanente sonrisa en los labios…

-“Massage now?”, pregunta embadurnándose las manos de aceite.
No respondo pero le ofrezco mi espalda.

Sus manos atacan mis músculos contraídos que se relajan ante la presión justa que ejerce. Me va descoyuntando con cada presión; con cada pulsión de sus dedos expertos. Es una mezcla de dolor y placer que me convulsiona, que me embriaga…
Siento sus mínimos pezones recorrer mi piel, su coño abierto frotando mis muslos…

Me veo sorbiendo sus lóbulos turgentes y le susurro palabras en español que la excitan. Lamo su cuello y magreo sus pezones…y se acelera. Desciendo por el vientre bebiendo de su ombligo y responde izando la cadera.
Y bebo..., bebo con ansia..., penetrando su cuerpo con mis manos hasta sentir su sexo estallándome en la boca y su gemido rasgando el viento…

¿Ya han pasado dos horas o toda la noche?

2 Comments:

Blogger Simplemente Olimpia. said...

Un relato predecible, rúbrica precisa del morlaco apuntillado, ceñido al devenir, tentado por el universo de caricias y
el burdel de quimeras... un pase de pecho, bravo.
Faltaron los clarines y las trompetas que acompañaran la "faena". (siempre la música).
Pero de nuevo mi aplauso....un erotismo pactado y adecuado...
un baño de légamo brillante...
Olimpia.
P.D. sin alma...sin tacto.

11:15 p. m.  
Blogger Simplemente Olimpia. said...

Incontrovertible.Axiomático.
Olimpia, siempre.

11:31 p. m.  

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